Nuestra democracia funciona, dijo el algoritmo

Introito

Una teoría ingenua e idealizada de la publicidad querría que su propósito fuese hacer públicas (publicar, publicitar) las virtudes de una mercancía, en un escenario, también ideal, en el que dichas mercancías se esforzarían por competir entre sí. La publicidad efectiva, aquella con la que realmente nos encontramos, se aparta de este ideal en varios puntos, siendo quizás el más notable de ellos el de que su propósito ya no será el de presentar (publicitar) una mercancía determinada que podríamos necesitar, sino producir en nosotros una nueva necesidad, ahora artificiosa, de un producto del que, por su naturaleza, nunca hubiésemos precisado.

Para producir esa necesidad falsa, implantada, se suele recurrir al lenguaje de los mitos, los cuentos y los sueños. Los anuncios, en efecto, suelen tener un contenido muy parecido al de una alucinación. Viajo en un coche estupendo por un magnífico paisaje en el que estoy solo (cuando, como todo el mundo sabe, después del Advenimiento de Instagram, los lugares solitarios ya no existen). Asisto, atónito, al alivio que produce, en una colina enrojecida de la que emanan enfurecidos basiliscos, mientras se escucha un rumor sordo, una oleada de Hemoal; la orografia en seguida se altera, volviéndose plana; la rojez, y con ella la amenaza de terremoto, han desaparecido. Soy un ama de casa, y un ser del futuro, vestido con un traje francamente raro, me torna microscópica: tengo entonces la posibilidad de observar —¡con mis propios ojos!— cómo las partículas con mangaluretano expandido de mi detergente favorito persiguen, hasta exterminarlas, a las siempre insidiosas partículas de sangre y de otras diversas formas de mugre.

Y así sucesivamente. Lo último que he visto —y la verdad es que me ha impresionado bastante,— es un artículo promocional aparecido en La Vanguardia, «Un día con el Samsung Galaxy S25 Ultra», y subtitulado de un modo muy elogioso para el producto presentado: «El dispositivo móvil más avanzado de Samsung tiene más beneficios para tu vida diaria de lo que se pueda llegar a imaginar».

Se trata de una especie de diario, que se pretende escrito en primera persona por uno de los afortunados poseedores del nuevo artilugio. Después de leer el relato de unas primeras peripecias mañaneras, que aquí no nos interesan, pero en las que la Inteligencia Artificial tiene, como suele ser últimamente costumbre, un papel salvífico, nos encontramos con el siguiente párrafo:

07:10 h. Ya me he puesto a punto y salgo en coche hacia el trabajo. Mi S25 Ultra ya se ha conectado a Android Auto, me ha puesto Spotify, me lee los mensajes… Yo me concentro en la carretera, que es lo que importa. Voy pensando en mis cosas.

Dejemos de lado la idea, bastante chocante, de que uno pueda «ponerse a punto», cosa que nos equipararía a un mecanismo (para la RAE, «poner a punto» es una «operación consistente en regular un mecanismo, un dispositivo, etc., a fin de que funcione correctamente»), y centrémonos en los «beneficios inimaginables» que el móvil más avanzado de Samsung tiene «para nuestra vida diaria».

Veamos. Nuestro S25 Ultra se ha conectado a Android Auto él solito, nos pone Spotify, y nos lee los mensajes. Detengámonos provisionalmente aquí: se ve que nuestro S25 piensa que uno puede escuchar música mientras, a la vez, escucha mensajes. Yo, desde luego, no soy capaz de hacerlo, y tampoco creo que la ayuda del S25 Ultra, por inimaginable que me resulte, pueda facilitar que lo haga. Para decirlo todo, la misma idea de la música ambiente me parece una aberración de un gusto pésimo, un estropicio adocenado y sistemático de nuestra sensibilidad, en definitiva, una mala costumbre, por muy extendida que pueda estar en nuestra sociedad. La música, en efecto, está hecha para ser escuchada, sin hacer nada más. Y, no está de más decirlo, a los mensajes, en este aspecto, les pasa algo parecido: habrá que prestarles alguna atención y, en eso, tener música «puesta» (¿«puesta» dónde?), piensa uno, nos distraería.

Pues se ve que no. Continuemos: «Yo me concentro en la carretera, que es lo que importa». ¡Ostras! ¡Pero si estaba escuchando Spotify, mientras mi S25 me leía los mensajes! Claro, hombre; pero lo que importa es la carretera: ¡concéntrate! Es bastante impresionante, porque ya estoy haciendo tres cosas: escuchar Spotify, escuchar los mensajes, y concentrarme en la carretera (que es lo que importa). Por eso no nos sorprenderá ya leer que, mientras tanto, ¡voy pensando en mis cosas! Mis cosas. Que, por lo visto, no deben ser «lo que importa», ni requieren tampoco de «concentración». Y de las que me puedo ocupar mientras, además, escucho música y me leen los mensajes. Son tantos beneficios para mi vida diaria que no me los puedo llegar a imaginar.

Un poco de Freud

El lenguaje de los cuentos, de los mitos y los sueños. El lenguaje del inconsciente. A Freud le gustaba mucho recordar la vieja anécdota del caldero agujereado: una persona le presta por un tiempo un caldero a otra y, al terminar el plazo, el segundo le devuelve al primero el caldero que le habían prestado, pero ahora con un enorme agujero. Cuando el propietario se lo hace notar y le reclama, el prestatario le contesta: «en primer lugar, el caldero no está agujereado; en segundo lugar, ya estaba agujereado cuando me lo prestó; en tercer lugar, Usted no me prestó ningún caldero».

A Freud le encanta la anécdota, porque cada uno de los argumentos contradice todos los demás. Así reaccionamos, de entrada, cuando nos arrinconan, o así querríamos reaccionar. A veces conseguimos evitarlo.

Nuestra democracia funciona

Hoy, día 7 de febrero de 2025, tenemos programada una charla de Josep Moya en nuestro centro. Josep Moya es psiquiatra y psicoanalista, y es fundador del Observatorio de la Salud Mental y Comunitaria de Catalunya. Tiene una cierta edad, pues nació en 1954, y una dilatadísima trayectoria, vinculada a lo público, en el ámbito de la salud mental.

El título de su charla es este: «Pujanza de los líderes autoritarios versus declive de la democracia». No sé de qué va a hablar (pues no me he comunicado con él al respecto), pero puedo imaginármelo bastante bien.

Normalmente, publicitamos nuestras actividades en Facebook, Instagram, y otras redes. En esta ocasión, nuestro anuncio fue rechazado «porque no cumple nuestras políticas sobre anuncios sobre temas sociales, elecciones o política». Esto viene con un enlace; si lo seguimos, leemos que nuestros anuncios deben «cumplir la legislación aplicable» (check), y «superar el proceso de autorización exigido por Meta» (se ve que no check). Hay todavía otro enlace con más información; sigámoslo. Abrevio; los números los he puesto yo para sustituir a una itemización:

«No se permiten los anuncios [...] con el siguiente contenido: [1] Anuncios que disuaden a la gente de votar en unas elecciones, por ejemplo, aquellos que representan el acto de votar como inútil o insignificante, o que animan a la gente a no votar. [2] Anuncios que ponen en duda la legitimidad de unas elecciones en curso o que vayan a tener lugar próximamente. [3] Anuncios que contienen declaraciones prematuras de victoria electoral. [4] En esta prohibición se incluyen los anuncios que ponen en duda la legitimidad de los métodos y procesos electorales, así como los resultados».

Ya lo tenemos. El algoritmo nos ha identificado: ¿«declive de la democracia»? ¡Ah, no! ¡De ningún modo! ¡Esto nos disuadiría de votar! ¡Aplícadles el punto 1! ¡Nuestra democracia funciona!

Es un poco mareante, ¿verdad? Como ya he dicho, no sé muy bien de qué va a hablar Josep Moya, pero estoy seguro de que no va a ser, precisamente, en contra del acto de votar.

¿Por qué nos maltrata así, el algoritmo? Por nuestro bien. En el primer enlace, bajo el título de «Información general», leemos: «El objetivo de esta política es fomentar la transparencia, la rendición de cuentas y la autenticidad. Exige una mayor transparencia por parte de funcionarios electos y designados, candidatos a cargos públicos y anunciantes de contenido sobre temas sociales, elecciones o política». Todo muy loable, menos mal.

Claro que podríamos «apelar». Aunque, para la RAE, «apelar» sea nada menos que «recurrir al juez o tribunal superior para que revoque una resolución dada por el inferior». Ahí nos enteramos de que Facebook debe de ser «un juez» (o bien «un tribunal»), y que además es, a la vez, por lo visto, «inferior» y «superior». Así que el Facebook Superior puede revocar una «resolución» dada por el Facebook Inferior. Pero sólo si primero «apelamos» la «resolución», claro está. Exacto.

Podríamos «apelar»... o no. Mejor que no. Mejor lo dejamos. Dejamos solos al Facebook Superior y al Facebook Inferior, los dejamos solos, solitos, bien solitos. Dejamos solo al Hemoal, con su catarata antiterremotos, y empezamos a limpiarnos el culo con agua y jabón, que nos sentará mucho mejor. Nos olvidamos de querer ser pequeños voyeurs que espían a las partículas de metaaznarato sódico mientras destruyen las manchas que te has hecho, guarrillo, guarrillo, que no se te puede dejar salir de casa. Renunciamos a las inimaginables ventajas que para nuestra vida diaria tiene poseer un S25 Ultra.

No queremos hacer cuatro cosas a la vez. Ni tres. Ni dos. Con una nos basta.

Eso, eso. Hacer las cosas de una en una. Hacerlas bien, sin prisa, con cuidado. Hacerlas de un modo estupendo, dar lo mejor de nosotros. De un modo, a poder ser, excelente.

Volver a pensar. No «en nuestras cosas»: a pensar, simplemente. Lo interesante está siempre fuera de nosotros.

Y, al pensar, no poner música. Ni escuchar nuestros mensajes. Ni poner la atención en conducir, que es lo que importa.

Volver a pensar, de modo que todas estas tonterías que nos tiran por la cabeza pierdan su ser-fondo, su indefinición, su liminaridad, su ser-paisaje, su naturalidad. Para que queden expuestas —¿por qué no decirlo?— a la luz de la razón.

Y entonces rechazarlas todas. Para mantener una cierta lucidez, en medio de este declive, ya no sólo de la democracia, sino de la razón y del pensamiento mismos.

Nos traerá beneficios, para nuestra vida diaria. Más de los que podemos imaginar.


Josep Maria


Copyright © 2008-2025, Josep Maria Blasco. Esta web funciona con ooRexx y con RexxHttp.