El neurodivergente en la tumbona


Publicado el 6 de agosto de 2025.
Etiquetas:    

Hola, José Luis

Me ha parecido muy interesante lo que comentas en tu correo. Permíteme hacerte algunos comentarios, sobre la primera parte de lo que dices. Los insertaré, como solía hacerse cuando Internet era un lugar interesante, entre los fragmentos de lo que tú aportas.

🌴 Vacaciones que no siempre lo son para todos.
Para la mayoría, las vacaciones ideales suenan así:
📍Descanso, playa, tumbona, terraza con vistas, desconexión total…
Y no está mal. Para muchos eso es la felicidad.

¿A qué te refieres con «eso»? ¿A «descanso, playa, tumbona»? ¡Pero, vamos a ver, «playa» y «tumbona» hace muchos años que no solo no son equivalentes, sino que ni siquiera mantienen ningún tipo de vínculo, con la noción de «descanso»! Eso es un feo tópico, manido y horroroso, completamente periclitado, por lo demás. En la mayoría de las «playas» ya no se «descansa», y las «tumbonas», además de ser prohibitivas, suelen estar acompañadas de a) una música execrable, b) un montón de gente que grita, y c) una legión de imbéciles que se han creído (atentos al aspecto recursivo de la cuestión) que, para la mayoría, las vacaciones ideales son descanso, playa y tumbona... y, claro, no saben por qué no se lo están pasando estupendamente. Después lo llenan todo con su angustia.

Hay que decirlo claro: «descanso, playa y tumbona» no es la felicidad. Dices que no está mal pensar eso. No estoy de acuerdo contigo. No, para nada. Me parece que está mal. Está muy mal, está fatal. Es un modelo alienado, muy alienado, dañino, de lo que es pasarlo bien. Es un engaño. Engañar a la gente está mal. ¿Verdad? No es que «no está mal».

Veámoslo, retomando lo que vengo diciendo. Los que se han creído «eso» (y creerlo, insisto, está mal), se angustian, aunque no se den cuenta de ello. Después intentan suplir su malestar mandando fotos sin cesar a Instagram, en las que tratan de mostrar cómo están en el lugar adecuado (¡adecuadísimo, oyes!), con la pareja –importantísimo– también adecuada (¡mucho!), tomando el cóctel que corresponde al evento (ma-ra-vi-llo-so), y así sucesivamente. Y, por tanto, (toma nota, querido: POR TANTO), son su-ma-men-te fe-li-ces. Felices, ¿me entiendes bien? ¡Fe-li-ces! Mandan las fotos. Las mandan. Las mandan. Las mandan. Mientras, nos van dando mucho por el culo a todos los demás, los normales, que cada vez somos menos, aquellos a los que no nos parece ni bien ni normal ni respetable ni saludable que esté todo lleno de enfermos mentales graves que se mueren de angustia pero que, oyes, son monísimos, cuidados, super pero que super-fit, «¡ay, qué mono!», saludables, ecológicos, maravillosamente vestidos, y clac-clac-clac-clac-clac, mandan una y otra foto, y otra, y otra, y otra, intentando mostrar la felicidad que se supone que deberían sentir, a un foro inmenso lleno de otros subnormales a los que les rechinan los dientes porque que a ellos no les está pasando, en ese momento, eso; siempre parece que se lo pasa mejor el otro, ese si que es feliz, y no yo; pero, nada: ya se vengarán en el próximo viaje a Melippo-Blupah, que ahí puede hacerse una unas fotos que lo flipas, oyes, mira las de mi prima, a que está guapa la cabrona, y qué sexy y contenta se la ve, si es que ya te digo, lo flipas.

Pero no para todos.
Los que somos neurodivergentes no siempre disfrutamos de ese tipo de vacaciones. Estoy seguro que en este grupo hay bastantes.

A mí me parece que no es que seamos neurodivergentes. Para disfrutar de ese tipo de vacaciones a las que aludes no hace falta no ser neurodivergente (los que no son neurodivergentes, por cierto, ¿qué son?, ¿neuroconvergentes?), sino, pura y simplemente, ser lo que, en lenguaje filosófico, se suele denominar un imbécil. Gozar de lo establecido es para el ganado; los seres humanos, se supone, deberían intentar otra cosa. Lo establecido: he ahí algo de establecimiento, pero también de establo. Se trata, así, de un placer, una costumbre, estabularias. Habría que erradicar esos vicios propios del ganado, verdaderamente feos, en primaria, me parece a mí y, si eso no fuese posible, pues un poco más tarde. O, si nada funciona, pues eugenesia, oyes. Pero no se puede normalizar la imbecilidad. No me parece una buena idea.

Lo digo todavía más claro, para terminar ya: ser un imbécil no es una opción, ni un derecho. No debería serlo. Políticamente, debería ser considerado inaceptable. A la cultura, a la sociedad, a la política, le debería interesar erradicar la imbecilidad.

O, sino, ¿qué? ¿«Ya se sabe, somos imbéciles, no hay nada que hacer»? ¿En serio? Yo no quiero jugar a ese juego imbécil. A ese juego que es, literalmente, de imbéciles. No quiero vivir en ese mundo.

Lo que para muchos es «paz», para nosotros puede ser aburrimiento, incomodidad o incluso estrés.

¡No, no, no! ¡Que los tenemos en el diván! ¡No es «paz», no! Eso es lo que les han dicho: les han dicho que deberían sentir «paz», si hacen eso. Se lo ha dicho todo el mundo: su mamá, que también es una neuroimbécil, la pobre; sus maestros, que suelen ser subnormales; sus compañeros, que tienen los mismos problemas que ella; y así sucesivamente.

Quiere desesperadamente que para ella eso que se consideran vacaciones le produzca «paz», y no lo consigue. Después acude al diván del psicólogo, el psiquiatra, el psicoanalista, desesperada, porque no siente esa «paz» a la que, pobrecita, cree que tiene derecho. Se lo han dicho. Ha hecho lo que le han dicho, y ahora reclama el premio que le corresponde. Como no se lo dan, piensa, la pobre, que es ella la que está mal hecha. Ni siquiera puede empezar a sospechar la estafa a la que ha sido sometida.

Lo ha tenido que decir el Papa, nada menos: sentirse un poco desorientado, un poco vacío, no es estar enfermo: es una consecuencia de estar vivo.

Yo me lo preguntaría, en serio. ¿En qué mundo permitimos que nos hagan vivir?

Deberíamos hacer algo. ¿Verdad?


Josep Maria


Copyright © 2008-2025, Josep Maria Blasco. Esta web funciona con ooRexx y con RexxHttp.